sábado, 6 de agosto de 2022

Lo coloreado de la sed

Un hombre cualquiera observa sus propias huellas sobre la explanada a orillas de un inesperado Nilo.

Los adoquines se cubren por una fina y arenosa película que parece alfombrar la llegada de Lawrence de Arabia, frente a la antigüedad del templo; aunque solo lleve medio siglo a la sombra de los madroños. Aquí, a salvo del ahogamiento en la presa de Asuán, dibuja su silueta cada atardecer al calor de los últimos rayos. Incapaces de iluminar entre las grietas y bloques, desde donde la sibilina brisa de Amón esparce los granos de arena para convertir el paisaje en su egipcio emplazamiento. Metro a metro, el desierto avanza devastador, sin retroceder un ápice el terreno conquistado.

"Sí", Marta Criado
"Sí", Marta Criado


En busca de un refugio, la ciudad se colorea en un amarillento vintage, que acalora los termómetros y ahoga por la sed a propios y extraños. Y en lo alto de una duna con los pies enterrados hasta los tobillos, la esperanza de un nuevo horizonte se refleja sobre el espejismo. Sin lámpara, ni genio el deseo se ha hecho realidad. El oasis salpica su frescura y humedad entre las risas de los pequeños y sus saltos les convierte en dioses al rozar la felicidad con las yemas de sus dedos. Sus figuras asombran al miedo y olvidan que los charcos son esferas vacías de los relojes de arena.

Y así un hombre cualquiera prepara ofrendas a Amón para apaciguar su ira.

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