domingo, 29 de enero de 2023

Lo inspirado de los juegos

Un hombre cualquiera construía mundos en miniatura, en su infancia, para simplificar la compleja realidad.


El personal de la sala 43 del Museo Thyssen Bornemisza acordona las inmediaciones del cuadro 'Nueva York, 3' de Mondrian. Bueno, lo que queda del cuadro que, ahora, son pedazos de la obra de arte que se han desperdigado por el suelo. Realmente, sobre la pared sólo queda un lienzo en blanco y un cartel informativo con el título y autor que, hasta minutos antes, se exponía en el museo. No parece una performance artística, ni una reivindicación política. Más bien, una desintegración de la obra, como si hubiera caducado su cometido cultural. Las verticales y horizontales rojas, azules, blancas, negras y amarillas se descomponen en pequeñas piezas disgregadas en un mosaico incomprensible. Una mirada detallada de los trozos advierte en los objetos los míticos ladrillos de construcción de Lego.


Las ruinas del cuadro parecen una Nueva York desmontada a la espera de volverse a convertir en metrópoli. Piezas por colocar y ladrillos por construir con las que generaciones consecutivas han ido creando hasta rozar con las yemas de los rascacielos el azul sobre Manhattan; hasta viajar hacia el horizonte contra el taxímetro amarillo; hasta palpitar con el rojo corazón de la ciudad; hasta encontrar formas cotidianas en las nubes blancas del vapor que emana de las entrañas y tuberías; y hasta embriagarse con el negro aroma del asfalto. La ciudad que inspiró a Mondrian a colorear sus cuadros y cuyas pinturas tiñeron el invento de Ole Kirk Christiansen para jugar bien con Lego.


Y así un hombre cualquiera entiende que el arte es un juego que inspira desde que somos niños.

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