lunes, 28 de mayo de 2012

Lo horneado de la longevidad


Un hombre cualquiera percibe un suculento aroma a galletas recién hechas, como pantagruélica alarma del punto exacto de horneado.

En una plataforma giratoria, el horno se encuentra en mitad de un moderno escenario al abrigo de un grupo de seis septuagenarias de la recóndita y fría estepa rusa. Las señoras visten unos típicos trajes tradicionales de la época del Zar y se contonean al ritmo de una moscovita pieza folclórica, hasta que las luces comienza a moverse y la armonía musical se convierte en una vibrante música disco. El pegadizo ritmo sacude el olor a alcanfor y neftalina de las simpáticas norteñas, que olvidan por completo las dulces pastas que han puesto a hornear.

Sin embargo, el aroma a mantequilla, chocolate y azúcar atrae a las ancianas que se encaminan hacia el horno para coronar su actuación con una bandeja de pastas, que reivindica la modernidad de lo tradicional y remplazan la vergüenza por simpatía. La experiencia, que no contarán a sus nietos porque les están viviendo, rezuma desparpajo y fama a unas señoras que salieron de la invisibilidad que les sume la sombra del Kremlin para disfrutar y ascender al segundo puesto de un denostado concurso musical de geopolítica europea de andar por casa. 

Y así un hombre cualquiera descubre lo adorable de la longevidad, al saborear las dulces recetas que se esconden detrás del antiguo telón de acero.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario