miércoles, 16 de mayo de 2012

Lo metálico del skyline


Un hombre cualquiera pasea tranquilo por la acera cuando unos metalúrgicos truenos le sobresaltan ante  la centenaria ferretería de la esquina. 

El sonido es inconfundible, metálico y chirriante. Junto al mostrador una mujer de mediana edad con chaqueta, zapatos de tacón bajo y un portafolios de cuero ocre espera a recibir su pedido. El dependiente de espaldas afila y pule los dientes de un metálico skyline que abre las puertas para un matrimonio que estrena su primera propiedad, unos jóvenes inquilinos que vuelan en busca de un nuevo nido o unos ancianos cuyo viejo piso se quedó demasiado grande para su vida de cotidianidad, novelas y paseos hacia el ocaso. La compradora le indica al vendedor que lo apunte en la cuenta de la inmobiliaria y abandona la ferretería escondiendo en el portafolios las llaves que abrirán las cerraduras de futuros recuerdos. 

Un hombre cualquiera reflexiona sobre el oxímoron de unas llaves, que radica en la grandeza inmaterial y tangible que pueden encerrar unas pequeñas piezas metálicas. Así, mientras la mujer se dirige al piso, los nuevos inquilinos miran impacientes ante la cerradura que encierra pasillos aptos para gatunas batallas de laser tag; habitaciones donde soñar viejos recuerdos o crear nuevas aventuras; una cocina donde preparar ideas al horno con un imprescindible toque de queso; un tecnológico salón donde dirimir indignadas conversaciones sobre jardinería o un baño con indiscretos espejos a la hora de la ducha.

Así, un hombre cualquiera hace sonar su bolsillo para escuchar un metálico sonido que le recuerda lo dulce del hogar.

1 comentario:

  1. excelente. ¿y cuando el skyline era de madera?¿recuerdas? para entrar en fríos lares, borrachos y húmedos rincones... crees que entonces, cuando mas recordaban a unas tijeras... ¿ también se oxidaban?

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