jueves, 8 de noviembre de 2012

Lo valioso de lo único



Un hombre cualquiera se adentra en un exótico bazar dónde comprar un exclusivo producto único y valioso.

La felicidad rebota por imposibles resortes que acaban destruyendo tópicos y  trópicos, superando la invisibilidad de los meridianos y paralelos, que crean cuadriculadas fronteras infranqueables. Las legales endorfinas circulan por el mapa sin miedo a las fronterizas operaciones antidroga y a los pesimistas agoreros de las incertidumbres. Además, la felicidad no nos excluye por razón de nacimiento, raza, sexo, ideología, religión, edad u otros condicionamientos naturales, artificiales o transgénicos; sino que la alegría nos descarta por cuestiones económicas y egoísmos contrarios al bien común.

Y la verdad, la felicidad se disfruta realmente en compañía porque las carcajadas en sonido estereofónico alegran con su naturalidad al obviar el monopartidismo auditivo. Además, el rumor de la felicidad ignora el aislamiento acústico al resonar en unos indiscretos muelles nocturnos; o crujir con el papel que envuelve un ramo de rosas sostenido por un florero con forma de mensajero; o, a través de una ecográfica inmersión, cuando un débil y pausado latir propicia el movimiento del segundero en el reloj de la paternidad.

Y así un hombre cualquiera abandona el bazar al descubrir que  lo único y lo valioso se encuentra en los deseos cumplidos que son la argamasa para una vida feliz.

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