domingo, 24 de marzo de 2013

Lo primaveral de la soñadora




Un hombre cualquiera no se conforma con una mujer cualquiera porque quiere vivir un sueño al calor de un remolón pijama hasta el mediodía.

Las acacias comienzan a mostrar sus despolitizados brotes verdes en las postrimerías del invierno junto a la ventana empañada por el descanso en rem mayor. De la celulosa del calendario surge una precoz mariposa que revela futuros recuerdos por las crecientes horas de luz y la salvaje alteración de los glóbulos rojos. Y, como si la estacionaria secuencia de Nothing Hill se hiciera patente en este humilde rincón de una península borracha de sol, un hombre cualquiera descubre un archivo de irremplazables momentos en la caja negra de la memoria.

Y con la destreza de los reflejos que luchan contra la amenazadora gravedad que imanta el alma dormida de los objetos, la soñadora en pijama consigue agarrar el tiempo. Al bloquear el mecanismo del brazalete con manecillas, hace suyo el tiempo y, al mismo tiempo, lo hace mío. Cada momento de felicidad, fugaz y breve, como el ámbar de los semáforos, supone una retención del nosotros en el tiempo. 

Y así un hombre cualquiera, en pijama, declara inaugurado el quinto sueño de una estación llamada primavera.

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