domingo, 24 de junio de 2018

Lo honrado de los caídos

Un hombre cualquiera lee atónito la noticia de la exhumación de los restos de Francisco Franco.

La Mandrágora compuso "Adivina, adivinanza" para narrar el esperado entierro del dictador. Aquella canción enumeraba una infinita lista de asistentes a las exequias fúnebres desde la primera fila del cortejo a los que acudieron del más allá. En la seriedad de los rostros se intuía el final. No se enterraba a un hombre, con independencia de sus inhumanos actos, sino que se acompañaba a un régimen camino del infierno.

Los simbólicos monumentos, que los dictadores consagraron a perpetuar en la historia su imagen de inhumanos, no deben caer en el olvido. Así, el Valle de los Caídos representa la monstruosidad del franquismo. Un osario de héroes y de enemigos que proyectan el mortifico vacío de una guerra fratricida, amparada por la unción católica, la inversión comercial y el paso marcial. 

Y así un hombre cualquiera espera que el Valle de los Caídos se reconvierta para el honor de todos los que cayeron, incluso a los que tiraron a las cunetas.

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