domingo, 24 de octubre de 2021

Lo caótico de los días

Un hombre cualquiera manipula el caos entre los dedos  sin guantes ni protección.

¡Boom! ¡boom! ¡boom! El campo de minas empieza a explosionar por un inesperado efecto dominó. Las detonaciones repiquetean el cuerpo en una danza mortiferamente improvisada. Y, cómo consecuencia, su caída al suelo, pero que consigue amortiguar por el lodo y la acolchada vegetación antes de apagarse los párpados.

El sonido de los dientes mordiendo la corteza del pan sirve de despertador a una merecida siesta de tarde de viernes. Los demás sentidos se desperezan progresivamente. El desenfoque recupera la nitidez con el sol de media tarde que calienta el salón. La suave textura de la manta, que abriga los sueños, se aparta con los estiramientos de las extremidades. Y el lácteo aroma de los quesos que se atemperan sobre la mesa, acaban por aguar las papilas gustativas. Los resortes se activan para volver a la conciencia despierta. Y, como un sueño hecho realidad, una soñadora en pijama le abraza para recargarle el corazón.

Y así un hombre cualquiera mira a su alrededor para observar el orden de los días en el calendario.

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