lunes, 28 de enero de 2013

Lo endémico del business



Un hombre cualquiera se duele del gobierno, que le ha tocado vivir, al leer la astronómica cifra de desempleados en el papel reciclado del periódico

La tristeza se extiende parsimoniosamente, como la eterna playa del desierto, dejando a la multitud en un peligroso estado de supervivencia con la arena al cuello. Mientras, en el exterior, las dunas de nieve no enfrían el caldeado ambiente laboral y político de una guerra social abierta en todos los frentes, tanto interiorizados en sobres estampados con billetes como a la puerta de instituciones gélidas por las temperaturas del incesante temporal. Y el mal endémico de la tristeza sigue extendiéndose sin vacuna ni lógica inversión en I+D+i.

Ni siquiera el sol se atreve a salir por si su corazón se congela con tanta apatía al prójimo. Las nieves de enero dan una segunda oportunidad creando un lienzo sobre el que comenzar de cero, pero los dueños de los salarios y el cloruro sódico no hacen más que diluir las posibilidades con su business de escaño de su cercada torre de marfil.

Y así un hombre cualquiera roba unos impolutos copos a pie de calle para custodiar la imaginación caída del cielo en su congelador.

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