jueves, 24 de enero de 2013

Lo manuscrito de los principios



Un hombre cualquiera desempolva el libertario vinilo de Jarcha y al son de "gente que tan sólo pide vivir su vida, sin más mentiras y en paz", abre la ventana al patio. 

El vecino de enfrente ha abierto la jaula de su jilguero y le ha enseñado la libertad. El extinto dueño y señor ha reconvertido la cárcel con alpiste en un cobijo sin hipoteca y libre de impuestos. Todo ello, bajo una nota manuscrita en la que se puede leer: "abierto por principios". Los barrotes se convierten en paredes transparentes con vistas con 360 grados discontinuos de realidad. La puerta, sin llave ni cerrojo para el libre albedrío sin cámaras ni cancerbero, se ha convertido en un amasijo de hierros en el suelo del patio, junto a un reloj analógico hecho añicos.

Los esclavos saben que no hay mal que dure cien años, cuando el batir de las alas de una paloma remueve los oxidados cerrojos y los prejuicios de las petrificadas mentes contra el progreso. Y, la verdad, la consecución de la libertad es como el advenimiento de la república ante los tropiezos de una agónica monarquía; cuestión de tiempo. 

Y así un hombre cualquiera aprovecha el altavoz de su ventana para sacar lustre a sus principios reflejados en el espejo con moraleja al otro lado del tendal.

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