Un hombre cualquiera se despierta sobresaltado en el mismo instante que
el reloj pone el estado de alarma en el cielo.
Al sentarse en la cama, aturdido por la veloz bienvenida al nuevo día,
recuerda el soñado escenario que había dejado pegado en la almohada antes de la
efervescente genuflexión. Un hombre cualquiera sentado frente al mismísimo
Kaspárov batiéndose en un estratégico duelo, negras contra blancas, sobre el
altar de San Basilio en el moscovita código postal de la Plaza Roja. Todo
ello, bajo la atenta mirada de Putin y Medvédev, a cada lado, vestidos con un soviético
uniforme militar y coronados por un siberiano ushanka azabache .
El santificado tablero ortodoxo, grabado por sus cuatro costados con el 'gens una
sumus', cuenta con el mismo
número de
víctimas y supervivientes por ambos bandos; aunque la batalla no llegaba
a inundar los escaques por el derramamiento de sangre. El inicial 'giouco piano', a
la sombra de las banderas, se transformó en una complicada
partida por
el ritmo frenético del reloj. Así, tras un enroque defensivo propio y la
involuntaria abdicación de la reina consorte, las casillas, sin la
anestesia
del vodka en el gaznate, permitieron un movimiento in extremis hacia el
jaque
mate contra el mismo Kaspárov.
Y así un hombre cualquiera viaja instantáneamente, al amanecer y sin billete, de las
tierras del Zar a la piel de toro para buscar un iniciático manual de ajedrez.
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