domingo, 14 de junio de 2020

Capítulo VIII: lo inconfundible de las extraordinarias

Un hombre cualquiera tiene la innata capacidad de toparse con humanas extraordinarias y mujeres inconfundibles entre las tascas de la capital y las riberas del  Sil.

Las sobremesas improvisadas se miden por el valor de las conversaciones; que se tejen entre divertidas anécdotas, pedagógicos conocimientos y soluciones perfectas para arreglar el mundo. El caso más singular se define por las palabras de la conversadora berciana. Su locuacidad descubre innovadoras didácticas para enseñar cómo mejorar el mañana a los niños de hoy. Sólo ella sabe enfocar la realidad con la riqueza de matices que colorean los cristales con la que los otros la ven. Y sus peculiares sueños se convierten en guiones de cortometrajes con planos secuencia para vídeos electorales.

Sus palabras recitan de memoria, a pie de pista, los versos entonados por Andrés Suárez. Las mismas palabras que apuntan sin herir, al más puro estilo 007, con la certeza de una Remington Steele. A veces las palabras codifican unas absolutas idioteces hasta desternillarse de risa en el sofá. En ocasiones, se derraman a borbotones, como un tetrabrik de leche en plena sobremesa. Pero, líquidas o solidificadas, sus palabras relucen con el innato reflejo dorado, nacido de las entrañas de las Médulas. Y, entre líneas, se agazapan los simbólicos secretos templarios para encontrar el arca perdida. 

Y así un hombre cualquiera espera seguir disfrutando de las conversaciones que caracteriza a lo inconfundible de las extraordinarias.


¿Recuerda más extraordinarias inconfundibles?







No hay comentarios:

Publicar un comentario