Un hombre cualquiera espera en el
andén con gabardina y maletín de cuero, ocultando su alma con unas ahumadas gafas de sol.
Tras sentarse en el tren, la
ciudad comienza a olvidarse de sus recuerdos y secretos escondidos en
recónditos nidos y por sinuosas calles colapsadas de tráfico, donde el coche
fúnebre de su amante viaja al mausoleo familiar.
Mientras, un hombre cualquiera se
apea de su último tren para dirigirse al
acantilado donde releer sus románticas cartas, durante el ocaso, antes de
lanzarse al vacío junto a las fugitivas cenizas de su amante.
(Texto presentado al VI concurso de relatos cortos de Renfe, con la colaboración del diseñador de consejos)
(Texto presentado al VI concurso de relatos cortos de Renfe, con la colaboración del diseñador de consejos)
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