sábado, 28 de abril de 2012

Lo degustado de la escasez


Un hombre cualquiera degusta, en tonos cálidos, humeantes comestibles con rítmicos acordeones a 330 metros por debajo de la cima de la Torre Eiffel.

La degustación de la vida está enfrenta a su propia incongruencia, que deriva en la incapacidad de abarcar todos los planes y de decidir sin conocer todas las alternativas, es decir, la escasez legitimada por un poder esquilmado por el tiempo, las ganas y el dinero. Así, un hombre cualquiera lucha contra la indecisión sobre saborear platos con especias exóticas calificados con rocambolescos seudónimos gastronómicos;  aplaudir textos inscritos en pergaminos retocados por una perspectiva vanguardista sobre un escenario; admirar pinceladas ocres en pinacotecas salvadas de necias ideas dictatoriales; acudir al suicidio solar sobre la capilla de dioses regalados del desierto; o alcanzar el cielo por decreto chulapo. 

Por ello, la satisfacción y disfrute del poder sobre los planes confeccionados sobre la marcha, le otorga a un hombre cualquiera una invertida perspectiva ante el discurrir monótono de los planificados planes preestablecidos. Así, una cita con la escanciadora de palabras y el levantino consorte nos descubren lugares apartados de elíseos enfrentamientos de papeletas para convertirnos en 'bell hop' de pantagruélicos platos, que se sirven al accionar el timbre. Mientras una soñadora en pijama recorría deseosa las dulces estanterías de horneados souvenirs.

Y así un hombre cualquiera asimila la digestión con la compra de futuras comilonas sin fecha de caducidad.

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