Un hombre cualquiera se encuentra con humanas extraordinarias y mujeres inconfundibles entre los acordes del blues y el tintineo de las varillas.
Lo inconfundible de las extraordinarias se encuentra en los pasos firmes del batallón de la teniente con rizzo. Su estética marcial se intuye en su mirada coloreada de verde camuflaje, su hoyuelo en la barbilla esculpido en el fragor de la batalla y su cuidada instrucción en campos de entrenamiento sembrados de mandrágora. Sus estrategias militares las escribe de su puño y letra, cómo metraje de novelas por conquistar, y los presupuestos de las emboscadas los cuadra con complicados cálculos matemáticos.
Las victorias las brinda con un Ribera del Duero de confianza de su sumiller personal y sus incursiones de reconocimiento han llegado hasta la misma puerta de la casa de Björk y, también, a las gradas imperiales del Coliseum. Su corazón enrojecido palpita vivaracho bajo sus galones, que en nada envidian en altura y brillo a los del propio Napoleón. Nacida de la masa madre, tiene arraigadas sus raíces y tomada la medida de los fusiles para cargarlos con pacíficos claveles.
Y así un hombre cualquiera espera seguir firmemente la corneta que marca a lo inconfundible de las extraordinarias.
¿Recuerda más extraordinarias inconfundibles?
Capítulo I: Fílmica norteña
Capítulo II: Mecenas del Quijote
Capítulo III: Forzuda equilibrista
Capítulo IV: Alumbrante de historias
Capítulo V: Soñadora en pijama
Capítulo VI: Aventurera de las siestas
Capítulo VII: Irónica politóloga
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