Un hombre cualquiera entona a Castelao
y Rosalía cada dos por tres, seis, para no convertir en vaho las imágenes de
experiencias y vivencias a orillas de una ría o a la sombra del botafumeiro.
Allá, allí, ahí... Un hombre
cualquiera se empapó por nuevas ideas, horas felices, conocimientos catedráticos
y sobre todo por el agua, mucha agua. El agua que purificó cuerpo y alma para
inmiscuirse en nuevos caminos donde engañar a la santa compaña, mientras se
recorría los dominios de Breogan desde las burgas a la verdura sin saber si
subía o bajaba.
Todo ello a través de un tono que
convierte en cuestionamiento lo incuestionable y humedeciendo hasta el último 'recuncho'
del alma entre malas y pécoras compañías. Mientras un hombre cualquiera sufre una
precoz morriña antes de un exilio con billete de vuelta para despedirse. Y al
volver el cielo seguía encapotado pero lleno de estrellas, mientras a ras de
suelo los días iban marcándose a golpe de croque en la memoria.
Y así un hombre cualquiera vivió
lo paradisiaco en el abismo donde el mundo dicen que se acaba, pero dónde
realmente para él comenzó...
El agua, aun viniendo empapado, se mete hasta los huesos.
ResponderEliminarq poeta q estás hecho Deivit! Cuantos recuerdos y sentimientos mios evocas tb :). Q morriña de aquellos años me entró... :(
ResponderEliminarFdo: La mala pécora-nécora!