miércoles, 14 de marzo de 2012

Lo condicional de lo aleatorio



Un hombre cualquiera recoge un panfleto donde un chamán se anuncia para rituales y posesiones a la salida de un centro comercial. Le sorprende la inserción de creencias exóticas en una sociedad dividida entre el moderno laicisimo y el catolicismo autóctono. 

Sin embargo, estas aspiraciones divinas no le importan a un hombre cualquiera que le gusta jugarse consigo mismo su futuro inmediato con pequeñas apuestas o condicionales situaciones aleatorias por las que seguir por un camino, comprar algo o simplemente saber lo que le deparará el resto del día. Estas acciones son una especie de creencias ateístas azarosas que no crean dogma y tampoco llaman a la guerra santa, pero le suponen una sorprendente o desgraciada aventura diaria.

Obviamente, estos desafíos no cambian el devenir a corto, medio o largo plazo de nada, ni de nadie. Sin embargo, como en un videojuego sobre civilizaciones donde el jugador tiene el absoluto poder, un hombre cualquiera se siente por unos minutos un dios que puede manejar los hilos y determinar la existencia de un individuo, aunque sean sus hilos y el individuo sea él mismo. Esto supone un afán de superioridad divina que invade al hombre y que en el caso de un hombre cualquiera sacia con estas teológicas ocurrencias de su día a día. 

Y así un hombre cualquiera humaniza los grandes misterios y designios divinos...

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