sábado, 3 de marzo de 2012

Lo finito de la actualidad


Un hombre cualquiera sube al transporte público, es ya el final del día, y al entrar se encuentra con muchos asientos vacíos, dónde los periódicos de la primera hora de la mañana se encuentran haciendo testamento antes del reciclado funeral. La prensa deportiva se encuentra pisada y arrugada bajo un asiento por algún forofo descontento con el resultado del último partido. Un poco más allá las hojas de internacional del diario nacional  están agonizando en manos de un pacifista que observa horrorizado las revueltas sirias. Y, en el último asiento, un hombre ojiplático ojea las hojas salmón del económico y ríe a carcajada sonora ante las nuevas propuestas de austeridad de la Unión Europea, mientras su tarjeta del paro, de cuerpo presente en el bolsillo de su camisa, comienza a pudrirse una semana después de perder el último subsidio.

Todos los viajeros leen, sólo se fijan en las noticias, ninguno recala en que sus lecturas están pasadas porque fueron frescas horas antes. Esto supone una paradoja para un hombre cualquiera porque esos individuos están informándose, pero también se están desactualizando ya que los jugadores están pensando en el siguiente partido, los soldados de la fotografía han muerto en una emboscada al atardecer  y porque la austeridad ha vuelto a ahorcar a otra familia ante el inexorable avance de la hebilla del cinturón.

Y así un hombre cualquiera siempre se cerciora de la fecha del diario que lee, ya que piensa que informarse con periódicos desfasados es como desactualizarse. En consecuencia sus valoraciones e ideas se degradan, quedando estancado en pensamientos pasados que en el futuro no funcionan y entorpecen el progreso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario