Un hombre cualquiera se encuentra con humanas extraordinarias y mujeres inconfundibles bajo los encapotados pórticos de Compostela y sobre los adoquines que encaminan a Malasaña.
La vida se dibuja con una espiral infinita. Un camino que circula en paralelo siempre hacia adelante y que vuelve a lugares y, sobre todo, a las personas que los construyen. Esa espiral se tatúa sobre el lienzo de la embajadora de la city para congelar el tiempo de los relojes y convertir en perennes las hojas del calendario. Sus terapéuticos abrazos deberían estudiarse en las facultades de medicina, su acento da sabor Atlántico a las historias que llenan sus cuadernos de bitácoras y sus huellas siempre se encaminan a la felicidad sin necesidad de baldosas amarillas.
Abril es un refrán lluvioso de las tierras de Breogán, un grafiti molón por las calles de Ferrol, un kilowatio pantagruélico para saborear y, sobre todo, un mes por celebrar lo espiral de los reencuentros con la embajadora de la city. Sus caminos comienzan en Santiago, sus músicas resuenan en festivales, sus brindis se tintan de verano, sus regalos se enmarcan en recuerdos, sus agendas se llenan de amigos, sus suertes se asientan en sus trece, sus días se endulzan con gominolas de la infancia y sus cumpleaños internacionalizan lo imprescindible de los besos.
Y así un hombre cualquiera se viste de gala para asistir a los futuros recuerdos que caracteriza a lo inconfundible de las extraordinarias
¿Recuerda más extraordinarias inconfundibles?
Capítulo II: Mecenas del Quijote
Capítulo III: Forzuda equilibrista
Capítulo IV: Alumbrante de historias
Capítulo V: Soñadora en pijama
Capítulo VI: Aventurera de las siestas
Capítulo VII: Irónica politóloga
Capítulo VIII: Conversadora berciana
Capítulo IX: Sonriente comunicóloga
Capítulo X: Teniente con rizzo
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